jueves, 7 de julio de 2016

La fobia de la Iglesia a las parejas entre homosexuales.





La fobia parece ser una enfermedad de moda: fobia a los inmigrantes, fobia a los homosexuales, fobia a los negros.

La mexicanofobia de Donald Trump es una realidad. No sabemos cuál haya sido su experiencia con los mexicanos para llegar a tenerles fobia, pero parece que en su persona la mexicanofobia es ya una realidad; de la cual ya no puede sustraerse y con la cual se han identificado algunos de sus adeptos.

Las fobias parecen no tener una cura fácil y seguirán existiendo en las personas. El matrimonio entre homosexuales es una fobia en la Iglesia jerárquica mexicana que lleva a perder el sentido de ser Iglesia: comunidad de creyentes.
Lo que recientemente ha pasado con los obispos mexicanos es una muestra de cómo no les interesa que la Iglesia crezca en fe, en hermandad, en solidaridad con los que más sufren, en particular los homosexuales.

Si algo se puedo rescatar, e incluso aplaudir, de las iniciativas del actual presidente de la nación, es la posibilidad jurídica de que existan parejas homosexuales con los mismos derechos y obligaciones de cualquier otra pareja. Tomado las palabras del Padre jesuita Javier Prado (portal del la UIA León) "Hay nuevas formas de convivencia familiar que nos hacen pensar si la familia tradicional está rebasada por la familia moderna. Entre las nuevas formas de convivencia, citó: los divorciados que se vuelven a casar; los que se divorcian y se regresan al seno familiar de origen; la familia monoparental; las parejas sin vínculo legal o llamadas uniones libres; el matrimonio homosexual etc."  Es una verdad que la familia tradicional ya está rebasada y la Iglesia no tiene propuestas para los diversos tipos de familia. La actuación, como la del Obispo de Toluca, Francisco Javier Chavolla Ramos, está fuera de lugar. El Obispo quiso argumentar con la biblia su oposición a la iniciativa del Presidente: “Dios no creó a varias Evas y a varios Adanes”. Da pena oír este tipo de sentencias que sólo muestra la forma irracional de encontrar un soporte bíblico (irracional porque el Génesis no quiere dar un soporte biológico de la creación, como tampoco desea dar un soporte basado en la astronomía, ni en la física). Lo que sí pretende el Génesis es dar interpretación de lo que Dios “realizó” en el inicio de los tiempos.  
 La Iglesia tiene que ir más allá de lo jurídico y está perdiendo la oportunidad de acoger como hermanos en la fe a las parejas de homosexuales, con el fin de ayudarlos a que desarrollen su vida desde el ser Iglesia, desde la fe y la experiencia de Dios.  
El rechazo de la Iglesia a las parejas de divorciados y vueltos a casar (por lo civil) es ahora visto como anacrónico e injusto. De ahí la preocupación del Papa Francisco para que las parejas de divorciados y vueltos a casar regresen a la Iglesia. La Iglesia jerárquica no aprendió y hoy rechaza (con el mismo énfasis y con biblia en mano) el matrimonio entre homosexuales.

Esperemos no desaprovechar la oportunidad de una reflexión profunda, que nos permita ser Iglesia en los albores del siglo XXI.  Volver a los orígenes y fundamento del ser Iglesia es necesario. La Iglesia debe de ser un lugar de acogida y no de desprecio, un lugar de solidaridad en lugar de separación, un lugar de fe y no de fobia.

“Quién soy yo para juzgar a un homosexual” (Papa Francisco). Verme como imperfecto y pecador, y así amado por Dios, quedo automáticamente sin facultades para levantarme como juez de mi hermano. El atribuirme facultades que no tengo es una actitud farisaica.

Volvamos a la doctrina de Jesús de Nazareth, el que perdonó a la prostituta, el que atendió a los enfermos, el que se permitió ser acompañado por pecadores, el que se asombraba de lo que Dios iba haciendo en las personas y cómo derramaba su sabiduría sobre la gente sencilla, para vergüenza de los “sabios de este mundo”.